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TRAPCELONA

PREMISAS

Las premisas para afrontar el documental estaban claras. Primero, decidimos que sería un documental hecho en base a los principios que podíamos intuir en el trap: recursos mínimos, trabajo rápido, y contenido abundante por encima de perfección técnica.

 

De este modo marcamos una fecha límite para tener el documental terminado a tres semanas vista del momento de arrancar la preproducción. Era una locura, sobretodo teniendo en cuenta que nos esperaban (todavía no lo sabíamos) 14 entrevistas por delante, y que cada uno de nosotros cuatro tiene su trabajo del día a día. Pero nos gustaba la idea de la presión y la frescura, lo espontáneo, lo improvisado. Nos parecía honesto. Así pues, empezamos la preproducción la última semana de junio, y el 18 de julio el documental estaba montado.

 

Por otro lado, al tener poco tiempo, decidimos acotar geográficamente y acercarnos únicamente al trap que nos tocaba más de cerca, el que se hacía en Barcelona, y ver qué implicaba eso.

 

Otra decisión que tomamos fue centrarnos en músicos importantes, pero totalmente independientes, sin acercarnos al trap más mainstream que empezaba a codearse con otras esferas y quizá a desviarse de lo que nos interesaba averiguar.

 

El equipo técnico que utilizamos se redujo a la mínima expresión: una cámara (con una de apoyo por si teníamos problemas, pero no la llegamos a usar), y sonido directo de cámara. Nada más. Ni luces, ni micros de corbata, ni perchas, ni historias. Plantear así la grabación es muy arriesgado, e implica unas condiciones que poca gente asumiría para un rodaje, sobretodo teniendo en cuenta que éramos conscientes de que en postproducción no podríamos arreglar el audio ni hacer virguerías de montaje.

 

Pero el trap es un poco así, o eso creíamos nosotros. Es crudo. Es riesgo. Es hacer las cosas como salen. No preparar demasiado nada. No depender de grandes medios técnicos. El trap es, por encima de todo, una actitud, y muchas veces, para entendernos, esa actitud tiene más que ver con el antiguo punk que con el antiguo hip hop.

 

Además, no queríamos ir a ver a los artistas a sus barrios o a sus locales, donde seguirían siendo lo que vemos en los videoclips. Quisimos buscar, siempre que nos fue posible, espacios neutros, descontextualizados, donde lo único que nos hablara de ellos fueran ellos, y no su entorno.

 

Había que tener claro también el objetivo del documental. En ese sentido, y como cualquier espectador puede intuir al ver la obra, Trapcelona no tiene demasiadas pretensiones. Es un trabajo de búsqueda, un ejercicio meramente contemplativo, que responde a la necesidad de los realizadores de encontrar respuestas sinceras, honestas y directas sobre una música de la que mucho se habla y poco se dice. Arrancamos para entender “WTF” era el trap hecho aquí, y queríamos que nos lo explicara la gente que lo hace, que nos hablaran de su trabajo, y no medios que se quedan en la anécdota, el tópico, o el lado “amarillo” del asunto. Queríamos acercarnos y dejarles hablar, y que por una vez no hablaran otros por ellos.

 

De igual modo, nos interesaba equilibrar la balanza y conocer la opinión de especialistas. Gente capacitada para hablarnos de lo que rodea y lo que implica el trap, y no podíamos haber contado con mejores especialistas de distintas disciplinas dispuestos a ayudarnos en este sentido.

 

Así que, más allá del resultado, logramos el objetivo. Aprendimos. Entendimos a los jóvenes y a su forma de expresarse a través del trap, todos distintos, todos iguales. Y a la vez, nos conocimos un poco más a nosotros mismos sin darnos cuenta.

 

Y así, sin más historia, empezó y terminó Trapcelona, una vorágine de información y sentimientos que pasó por nuestra vida como un tornado que lo deja todo un poco patas arriba.

 

Gracias a los que lo habéis hecho posible, y a los que nos habéis intentado ayudar.

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